Sin duda alguna, uno de los personajes más conocidos del Adviento es Juan el Bautista, el primo de Jesús.
Con él nos Encontraremos este domingo, Y él nos exhorta: "Preparad el camino, Jesús llega".
Con él nos Encontraremos este domingo, Y él nos exhorta: "Preparad el camino, Jesús llega".
En
el Adviento, la Iglesia nos pone la figura de san Juan Bautista, y con
él otra nueva imagen. Ya no se trata de preparar una tierra capaz de
acoger adecuadamente la buena semilla: se trata de
preparar un camino para que pueda, llegar a nuestra alma Jesús.
Son cuatro las órdenes, los consejos o las consignas que san Juan Bautista -y la Iglesia con él- nos da:
1.- La primera consigna de san Juan el Bautista es bajar los montes: todo
monte y toda colina sea humillada, sea volteada, bajada, desmoronada.
Y cada uno tiene que tomar esto con mucha seriedad y ver de qué manera y en qué forma ese orgullo -que todos tenemos- está en la propia alma y está con mayor prestancia, para tratar en el Adviento -con la ayuda de la gracia que hemos de pedir-, de reducirlo, moderarlo, vencerlo, ojalá suprimirlo en cuanto sea posible, a ese orgullo que obstaculizaría el descenso fructífero del Señor a nosotros.
Y cada uno tiene que tomar esto con mucha seriedad y ver de qué manera y en qué forma ese orgullo -que todos tenemos- está en la propia alma y está con mayor prestancia, para tratar en el Adviento -con la ayuda de la gracia que hemos de pedir-, de reducirlo, moderarlo, vencerlo, ojalá suprimirlo en cuanto sea posible, a ese orgullo que obstaculizaría el descenso fructífero del Señor a nosotros.
2.- En
segundo lugar, Juan el Bautista nos habla de enderezar los senderos. Es
la consigna más importante: Yo soy una voz que grita en el desierto:
Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. Y aquí tenemos,
entonces, el llamado también obligatorio a la rectitud, es decir, a
querer sincera y prácticamente sólo el bien, sólo lo que está bien, lo
que es bueno, lo que quiere Dios, lo que es conforme con la ley de Dios o
con la voluntad de Dios según nos conste de cualquier manera, lo que
significa imitarlo a Jesús y darle gusto a El, aquello que se hace
escuchando la voz interior del Espíritu Santo y de nuestra conciencia
manejada por Él.
A cada uno corresponde en este
momento ver qué es lo que hay que enderezar en la propia conducta, pero
sobre todo en la propia actitud interior para que Jesucristo Nuestro
Señor, viendo claramente nuestra buena voluntad y viéndonos humildes,
esté dispuesto a venir a nuestro interior con plenitud, o por lo menos
con abundancia de gracias.
3.- El tercer aspecto del
mensaje de san Juan el Bautista se refiere a hacer planos los caminos
abruptos, los que tienen piedras o espinas, los que punzan los pies de
los caminantes, los que impiden el camino tranquilo, sin dificultad. Y
ese llamado hace referencia a la necesidad de ser para nuestro prójimo,
precisamente, camino fácil y no obstáculo para su virtud y para su
progreso espiritual: quitar de nosotros todo aquello que molesta al
prójimo, que lo escandaliza, que lo irrita o que le dificulta de
cualquier manera el poder marchar, directa o indirectamente, hacia el
cielo.
4.- El cuarto elemento del mensaje de san Juan
Bautista es el de llenar toda hondonada, todo abismo, todo vacío. Los
caminos no sólo se construyen bajando los montes excesivos, ni sólo
enderezando los senderos torcidos, o allanando los caminos que tengan
piedras: también llenando las hondonadas o cubriendo las ausencias. Este
mensaje se refiere a la necesidad de llenar nuestras manos y nuestra
conciencia con méritos, con oraciones, con obras buenas -como hicieron
los Reyes Magos y los pastores- para poder acoger a Jesucristo con algo
que le dé gusto; no sólo con la ausencia de obstáculos o de cosas que lo
molesten, no sólo con ausencia de orgullo o con ausencia de falta de
rectitud o de dificultades en nuestra conducta para con el prójimo, sino
también positivamente con la construcción: con nuestras oraciones y con
nuestras buenas obras y un pequeño -al menos- caudal, capital de
méritos, que dé gusto al Señor cuando venga y que podamos depositar a
sus pies.
La
perspectiva de un nuevo nacimiento del Señor, en nosotros y en el mundo
tan necesitado de Él, tiene que ser objeto de una preocupación, de todo
un conjunto de sentimientos y de actos de voluntad que estén polarizados
por el deseo de poner de nuestra parte todo lo que podamos, para que el
Señor venga lo más plenamente posible sobre cada uno y sobre el mundo.
Y si esto vale siempre, se hace más exigente en las circunstancias del
mundo presente que desvirtúa precisamente lo que Jesucristo trajo con su
nacimiento. ¡Qué necesario es que pongamos todo de nuestra parte para
que Jesús venga a nosotros con renovada fuerza el día de Navidad y, a
través nuestro, sobre las personas que están cerca, sobre la Iglesia y
sobre el mundo!
Quedémonos en espíritu de
oración, fomentando en nuestro interior el deseo de que las cosas
ocurran según las intenciones y los deseos del mismo Señor.
LUIS MARIA ETCHEVERRY BONEO
Fuente: mercaba.org
Dejemos que sea Juan el Bautista el que nos ayude a limpiar el corazón, para que cuando venga Jesús, que es la Luz de los hombres, encienda una luz en nuestro corazón.