Año Jubilar de la Misericordia

21 de enero de 2015

23 de enero: San Ildefonso

Las fuentes más importantes que de San Ildefonso tenemos son el Elogio que le dedicó San Julián de Toledo, una Vida de Ildefonso, llena de elementos legendarios. 

De familia visigoda muy elevada, Ildefonso, nace a principios del siglo VII. Nada nos dice San Julián en su Elogio sobre la genealogía ni el lugar preciso de origen. El hecho de su vida monástica en el monaserio agaliense, en todo caso, induce a suponer su nacimiento en la ciudad de Toledo. 

Muy joven ingresó en Agali, el monasterio de San Cosme y San Damián, en las cercanías de Toledo, célebre centro monástico en la historia eclesiástica de España. 

Ordenado hacia el 630 diácono de la Iglesia toledana, no fue impedimento para volver al monasterio, donde no sólo se hizo monje, llegando más tarde a ser abad. Su nombre figura como abad, en los Concilios VIII (653) y IX de Toledo (655). 

Muerto el arzobispo Eugenio II en noviembre del año 657, Recesvinto decide nombrar metropolitano de Toledo, la Urbs regia, a Ildefonso, cuya consagración episcopal se celebra muy a finales del mismo 657. 

Del retrato que San Julián dejó de nuestro personaje, destaca como primer rasgo de singular brillantez, y que bien admira, por cierto, el biógrafo, el fulgor de la elocuencia. El fervor de las páginas consagradas por San Ildefonso a defender la virginidad de María hacen, es verdad, muy verdadero el Elogio. Temeroso de Dios, lleno de piedad y religión, grave en su modo de andar, venerable por la honestidad de su vida, de paciencia singular, fiel guardando el secreto, sumo en sabiduría, de ingenio penetrante en sus razonamientos, son, entre otras cosas, algunas de las características definitorias más salientes de su personalidad. Piadoso y discreto a la vez, muy laborioso y de feliz ingenio, su producción literaria resultó abundante. 

Duró su pontificado al frente de la sede metropolitana de Toledo, nueve largos años, que sirvieron para acrisolar su virtud y poner de manifiesto sus cualidades pastorales. 

Su obra literaria, nos descubre un hombre preocupado por los problemas pastorales de su tiempo y al hombre incansable y formidable buscador de soluciones. 

Murió en enero del año 667 y fue sepultado en la iglesia de Santa Leocadia, de la capital de la España visigótica. Posteriormente, su cuerpo fue trasladado a Zamora, en los primeros tiempos de la invasión musulmana. 

El período más importante de la vida de San Ildefonso es, a todas luces, el de su arzobispado, pues como consejero de Recesvinto influyó notablemente en los principales sucesos de su tiempo. Velando por la integridad del dogma, escribió Libellus de virginitate, llena de doctrina católica y muy elegante, cuyo propósito no es otro que demostrar la perpetua virginidad de la Madre de Dios. 

Refiere la tradición que, cuando acabó de escribir esta obra, el autor recibió en premio una casulla de manos de la Virgen. El arzobispo don Rodrigo y Lucas de Tuy, son los primeros en narrarnos este hecho prodigioso, inmortalizado en su día por el pincel de Murillo. Actualmente puede verse en la catedral metropolitana de Toledo el altar levantado en el mismo lugar de la aparición de la Virgen.

A continuación dejamos una serie de enlaces con recursos sobre San Ildefonso: