Año Jubilar de la Misericordia

26 de octubre de 2015

La familia, catequesis viva de respeto al otro

Continuamos a vueltas con la familia y las resonancias que nos dejaba el Sínodo Extraordinario que concluía en Roma la semana pasada.

En este sentido, se me hace muy interesante compartir contigo, querido catequista, papá y mamá, una sugestiva reflexión que el Padre Juan Jáuregui nos ofrecía en su blog a mediados de septiembre de 2015, y en la que nos hablaba sobre el papel de la familia como el lugar donde se aprende a respetar y a apreciar al otro, al que es diverso a nosotros, al distinto.

La familia escuela de respeto al otro

Querida familia:

La familia debiera ser la escuela del respeto a los demás, del respeto al otro, porque el respetar al otro como persona, respetar las diferencias del otro y su modo de pensar no se aprende en los libros sino en la experiencia personal, la que tiene como fuente primaria a la familia.

Los hijos no aprenden en la escuela el respeto, allí aprenden doctrinas. Es en el hogar donde se crean los hábitos, las actitudes y los sentimientos de respeto. Esto implica una doble experiencia.

Los hijos aprenden y sienten sus primeras experiencias en el modo que tienen papá y mamá de tratarse. Cuando son testigos de insultos, agresiones, malos tratos e, incluso a veces, frases ofensivas a dignidad de uno de ellos, se van marcando. Al fin y al cabo, para ellos el modelo de vida es originariamente la vida de sus papás.

Nunca olvidaré a aquella niña que iba a hacer su Primera Comunión y me dice: “Pero yo odio a mi papi…” Me estremecí escuchar de una niña esta expresión. En su corazón comenzaba a anidar el odio. ¿Razón? “Es que mi papi le pega a mi mami y le dice palabras muy feas.”

Es doloroso decirlo, pero la primera escuela de los sentimientos está en la experiencia familiar del amor de los padres. Es allí donde se crea un cortocircuito emocional porque el niño siente su fidelidad a los dos y con esta experiencia se ven conflicto de fidelidades.

La otra experiencia es cómo tratamos a los hijos. Los hijos no son cosas que podemos manejar. A los hijos no podemos tratarlos a todos por igual. Cada uno es diferente al otro, por lo que cada uno necesita atenciones personales. En la familia pasa como con los médicos, que estudian enfermedades, pero curan enfermos. Cada enfermedad es distinta en cada enfermo.

El hijo necesita ser valorado, sentirse estimado, sentir que lo aprecian y valoran. No se le debe humillar porque necesita crear en sí mismo esa actitud de autoestima, que sólo será posible si se siente estimado y valorado. Sólo entonces podremos exigirle que respete a sus hermanos, para que luego pueda respetar a los demás en la vida social. El que es humillado de niño, terminará humillando cuando pueda a los demás porque es su manera de ver las relaciones humanas. En cambio, quien se ha sentido valorado, estimado, también valorará y estimará a los demás.