La fiesta de la Inmaculada Concepción de María.
¿Qué significa esta fiesta?
María aparece como la primera redimida por
Jesús, llena de gracia y de santidad, viviendo en plenitud la nueva vida que
Cristo resucitado derrama mediante el Espíritu.
En ese sentido, es reconocer la obra
salvadora de Dios en su humilde servidora; y es alegrarnos con María por su fidelidad al
Padre.
Sin embargo, la fiesta de hoy es mucho más
aún. María no está aislada de la comunidad de los creyentes. En ella se realiza de forma
excelsa y superior algo que debe realizarse en cada uno de nosotros y en toda la Iglesia.
María, santa e inmaculada desde su
concepción, es una llamada y un modelo de esa santidad en la cual todos nosotros fuimos
concebidos desde el nacimiento en las aguas bautismales.
También nosotros fuimos concebidos santos e
inmaculados en Cristo, para que ese Cristo
viva y crezca en nosotros, desplegando la fuerza de la liberación.
"Dios
eligió a la Virgen María para ser la Madre de su Hijo. Ella, "llena de
gracia", es "el fruto excelente de la redención"; desde el
primer instante de su concepción, fue totalmente preservada de la mancha del
pecado original y permaneció pura de todo pecado personal a lo largo de toda su
vida" (CEC 508)
La celebración de la Inmaculada Concepción es uno de los cuatro dogmas de fe referentes a la Santísima Virgen:
-Su Inmaculada Concepción,
-su Maternidad Divina,
-su Virginidad Perpetua y
-su Asunción al Cielo en cuerpo y alma.
El Catecismo nos dice que "para ser la
Madre del Salvador, María fue dotada por Dios con dones a la medida de una
misión tan importante... en atención a los méritos de su Hijo" (CEC 490 y 492).
Esta es una verdad que se ha confesado desde los primeros siglos del
cristianismo y finalmente fue proclamado dogma por el Papa Pío IX en 1854 para
que sea "creída por todos los fieles".
¡Qué oportuno celebrar esta fiesta cuando nos estamos preparando
para la Navidad!
A pocos días de iniciado el tiempo de
adviento nos presenta el calendario litúrgico la festividad de la Inmaculada
Concepción de María.
No se pretende hacer un paréntesis dentro del tiempo de
adviento, sino más bien contemplar uno de los personajes propios de este tiempo
que es María, la madre de Jesús. Muy pronto las iglesias primitivas entendieron
que María jugó un papel importante en todo el diseño salvífico de Dios y por
eso la admiraron con amor, y buscaron imitar sus virtudes. Las poquísimas
referencias que de ella encontramos en los evangelios, nos dan a entender que
su figura y su presencia animaron sin aspavientos ni protagonismos la
espiritualidad de los primeros cristianos. Lo mismo cabe decir de los
cristianos de las generaciones posteriores, de los padres de la Iglesia, en fin
de todos los cristianos que a lo largo del tiempo la contemplan no sólo como la
madre del Verbo encarnado, sino como madre de todos los creyentes. Muchos
títulos y advocaciones le han sido dados a María a lo largo de la historia
cristiana. Es apenas obvio que la madre del Salvador tuviera unos dones y unas
gracias donados por Dios, no por mérito propio, sino en virtud del favor y
gratuidad divinos.
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