“Bienvenidos a la Casa del Señor Santiago”
Queridos jóvenes:
“Habéis venido en peregrinación hasta aquí, a la tumba del Apóstol, el cual puede confirmar de primera mano, por así decirlo, la verdad sobre la vocación del hombre, cuyo punto de referencia es Cristo. Venís para encontrar vuestra propia vocación”. Eran palabras del papa Juan Pablo II en su homilía a los jóvenes en la Eucaristía con la que finalizaba la IV Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Santiago de Compostela en agosto del año 1989.
Queridos jóvenes:
“Habéis venido en peregrinación hasta aquí, a la tumba del Apóstol, el cual puede confirmar de primera mano, por así decirlo, la verdad sobre la vocación del hombre, cuyo punto de referencia es Cristo. Venís para encontrar vuestra propia vocación”. Eran palabras del papa Juan Pablo II en su homilía a los jóvenes en la Eucaristía con la que finalizaba la IV Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Santiago de Compostela en agosto del año 1989.
Este mensaje del Papa santo se adentra en el misterio del hombre, en la realidad de la peregrinación y en la hermosa aventura de vuestros pocos años y de las esperanzas de vuestra juventud. La Iglesia en Santiago os agradece a vosotros jóvenes de hoy, de esta hora tan especial, el mantener viva la tradición de peregrinar a la tumba del Apóstol y el querer compartir con nosotros la celebración del XXV aniversario de aquel acontecimiento memorable.
Desde una experiencia de fe vivida en la comunión eclesial de vuestras parroquias, de vuestros grupos, de vuestras asociaciones apostólicas, en unión con vuestros obispos, sacerdotes y miembros de vida consagrada, la peregrinación a Compostela es un camino que hay que recorrerlo en actitud de reflexión personal y de oración con la inquietud de descubrir la vocación a la que el Señor os llama. El Apóstol Santiago, que alienta a los peregrinos, es un mediador privilegiado para vivir ese encuentro con Cristo que “manifiesta el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación”.
La Iglesia compostelana, ciertamente, es depositaria de la memoria apostólica de Santiago el Mayor y trata de vivir en la novedad siempre viva de esta tradición que nos enriquece y que ha contribuido también de manera evidente a configurar la identidad católica de nuestra nación y el perfil cristiano de Europa. Cristo resucitado, “Camino, Verdad y Vida”, -lema de la JMJ 1989-, es el referente de una Iglesia joven. El Señor es quien nos llama y nos convoca, quien nos invita a conocerle en profundidad y a ser sus amigos. “Cada uno de nosotros, decía el papa Juan Pablo II en 1982, aquí, en Santiago, tiene que entender y creer: Dios me llama, Dios me envía. Desde la eternidad Dios ha pensado en nosotros y nos ha amado como personas únicas e irrepetibles. Él nos llama y su llamada que realiza a través de la persona de Jesucristo que nos dice, como ha dicho a los Apóstoles: Ven y sígueme. ¡Él es el Camino que nos conduce al Padre!”.
Estoy seguro de que aquellos que eran jóvenes en 1989, unos descubrieron su vocación al matrimonio, otros a la vida consagrada y otros al ministerio sacerdotal. Así he tenido la oportunidad de oírlo no pocas veces, subrayando la riqueza espiritual de la Iglesia en el seguimiento de Cristo. En este sentido los que participaron en la JMJ en Santiago pudieron escuchar al Papa cuando dijo: “Cristo os envía en su lugar para ser mensajeros de la verdad, para ser sus testigos en el mundo, concretamente, ante los demás jóvenes como vosotros, porque muchos de ellos hoy, en el mundo entero, están buscando el camino, la verdad y la vida, pero no saben a dónde ir”.
Estas palabras siguen resonando para cada uno de vosotros, y también para cada uno de nosotros, porque sigue siendo apremiante una nueva evangelización “y vosotros no podéis faltar a esta llamada urgente”, porque “el cristiano está llamado a servir a los hermanos y a la sociedad, a promover y sostener la dignidad de cada ser humano, a respetar, defender y favorecer los derechos de la persona, a ser constructor de una paz duradera y auténtica, basada en la fraternidad, la libertad, la justicia y la verdad”.
Doy gracias a Dios con vosotros por vuestros padres, por vuestras familias, por la Iglesia que os cuida y alimenta con el pan de la Palabra y de la Eucaristía. Esta Iglesia que camina en la historia y en el mundo os necesita y precisa de vuestro coraje, de vuestro empuje, de vuestro entusiasmo, de vuestra generosidad. La Iglesia en Santiago, “hogar espacioso y de puertas abiertas…, a impulso de una fe siempre joven”, os anima con afecto a proseguir esta peregrinación desde vuestra entrega libre a lo que os pida el Señor. ¡No tengáis miedo a esa llamada amorosa de Cristo resucitado! Sabemos que Él, a pesar de nuestra fragilidad, de nuestra debilidad, estará siempre con nosotros y nos acompañará en el amor porque su yugo es llevadero y su carga ligera.
“Pongámonos en camino con María; comprometámonos a seguir a Cristo: Camino, Verdad y Vida. Así seremos ardientes mensajeros de la nueva evangelización y generosos constructores de la civilización del amor”, decía el Papa en la Vigilia de oración en el Monte del Gozo. Con el patrocinio de San Juan Pablo II, de Santiago Apóstol y de nuestra Madre la Virgen María, la Iglesia en Santiago os bendice y se alegra con vuestra presencia joven. ¡Dad gracias al Señor y permaneced siempre alegres, como signo de unión con Cristo resucitado! Os saluda con afecto y bendice en el Señor,
+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela