Año Jubilar de la Misericordia

19 de enero de 2015

20 de enero: San Sebastián

Dice San Ambrosio que Sebastián era oriundo de Milán, pero su anhelo de martirio era tan fuerte que fue a Roma para morir por Cristo. 

Esta referencia tardía y la Passio Sancti Sebastiani, de autor desconocido del siglo V, que más que una biografía histórica se propuso un relato novelado, son las únicas fuentes escritas sobre la vida del santo mártir. Según esta Passio, Sebastián no era natural de Milán, sino de Narbona, aunque de pequeño se trasladó a Milán para recibir allí una esmerada educación. De Milán pasó a Roma. 

Sin conocer su condición de cristiano, los emperadores Diocleciano y Maximiano, cuyas persecuciones a los cristianos fueron tan crueles, pusieron a Sebastián al frente de la guardia imperial. Esto le permitió prestar incontables ayudas a los cristianos hacinados en las cárceles romanas. Entre los beneficiarios de su caritativo proceder cuenta la Passio a los santos hermanos mártires de Roma, Marcos y Marcelino, cuyo sepulcro fue descubierto a principios del siglo XX en las inmediaciones de las catacumbas de San Sebastián. 

Sus reiterados auxilios a los cristianos cautivos fueron descubiertos. Y Sebastián fue denunciado al emperador Maximiano y, ante su abierta confesión de fe en Jesucristo, condenado a morir acribillado a saetas. Lo dieron por muerto y abandonaron su cuerpo, pero no había llegado su hora: una matrona romana cristiana, de nombre Irene, salvó la vida del moribundo, lo escondió en su casa y le curó las heridas. El nombre de Irene figuraba entre las santas y su memoria se celebraba el 22 de enero en los antiguos martirologios. 

Quienes apreciaban la vida del valiente soldado le aconsejaron abandonara Roma, donde el emperador y sus allegados creían que había muerto. Pero el soldado de Cristo optó por quedarse en Roma, atacando públicamente la mentalidad pagana. Hasta que el emperador Diocleciano, ante las invectivas de Sebastián contra los dioses paganos, lo condenó a morir azotado y ser arrojado a un lugar inmundo. Pero los cristianos recogieron su cuerpo y lo sepultaron donde él quería: en el cementerio subterráneo de las catacumbas –que luego se llamaría de San Sebastián- en la vía Apia de Roma. Sobre aquellas catacumbas se edificó en el siglo IV una basílica dedicada a los apóstoles Pedro y Pablo, pero a partir del siglo IX pasó a llamarse de San Sebastián, quien junto a los dos príncipes de los apóstoles es venerado entre los santos protectores de Roma. Su culto se propagó prodigiosamente por todo Occidente. 

Iconografía: tiene una iconografía bastante rica: unas veces se le representa viejo y barbudo, por la leyenda que le hizo capitán de la guardia del emperador, y otras con los rasgos de un efebo, sea vestido o sea desnudo. Casi siempre está de pie, atado a un árbol o a una columna, semidesnudo y asaetado por varias flechas repartidas por todo el cuerpo o agrupadas en el pecho; excepcionalmente sostiene un arco.

A continuación dejamos una serie de enlaces con recursos sobre San Sebastián: