Toda espera tiene su recompensa.
Nosotros tenemos la fortuna de encontrarnos por partida doble en esta situación de espera. Por un
lado, el gran tiempo en el que nos encontramos, como lo es la de Adviento, y en el que estamos a la espera de que nazca
nuestro Enmanuel. Así Dios nos muestra su cariño mandándonos a su
hijo; pero, por otro lado, esperamos también la pronta iniciación del Año de la Misericordia, en
la que Dios se muestra piadoso con cada uno de sus hijos.
Como
podemos comprobar Dios nos da lo mejor de Él, su enorme amor y la vez
su infinito perdón. Y, ¿qué es lo que nos pide a cambio? Absolutamente
nada. Simplemente que nos preparemos para ello, para todo lo bueno que
nos
tiene para mandar.
Por eso, al igual que cuando tenemos un gran
acontecimiento o fiesta disfrutamos cada momento y queremos que todo
este al detalle, con mayor felicidad tenemos que prepararnos para estos
dos grandes eventos que estamos a punto de vivir.