El Bautismo de Jesús
Al coronar el misterio navideño, la Iglesia
quiere presentar con toda fuerza ante nuestras conciencias la verdadera imagen
redentora de Cristo Jesús, proclamando así la urgente necesidad que tenemos de
abrirnos a Él por la fe y la obediencia, desde lo más íntimo de nuestra
esperanza responsable.
–Isaías 42,1-4.6-7: La plenitud con que Dios da el Espíritu a su Siervo es la característica
más notable de los tiempos mesiánicos. Ya lo anunció Isaías: «sobre Él se
posará el Espíritu del Señor; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu
de consejo y de fortaleza, espíritu de conocimiento y de temor del Señor» (Is
11,1-2).
Por esta particular presencia del Espíritu,
el Mesías podrá llegar a ser «Alianza del pueblo», es decir, instrumento de
reconciliación y luz de las naciones, que ilumina a todos los hombres de modo
que puedan volver al Señor. Esta condición del Salvador es subrayada en el
Nuevo Testamento, sobre todo por San Juan. En su evangelio dice Jesús: «Yo soy
la Luz del mundo, el que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá la
luz de la vida (8,12). En la acción salvífica del Salvador se manifiesta sobre
todo la mansedumbre y la benevolencia, en definitiva, el amor misericordioso:
«la caña cascada no la quebrará, el pabilo vacilante no lo apagará» (Mt 12,20).
–Con el Salmo 28 cantamos al Señor: «Hijos
de los hombres, aclamad al Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado… En su templo un grito unánime:
¡Gloria!»
–Hechos 10,34-38: Dios ungió a Jesús con la
fuerza del Espíritu Santo. La conversión y el bautismo del pagano Cornelio
conmocionaron a la primitiva comunidad eclesial. Pedro, cabeza y guía de los
creyentes, ejerce entonces su magisterio para proclamar la universalidad de la
obra redentora de Cristo.
En su discurso, San Pedro alude al bautismo
de Cristo, «ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo». El Santo de los
Santos se ha colocado así entre los impuros, entre los pecadores. El Hijo de
Dios se ha humillado voluntariamente
bajo la mano del Bautista. Para Dios no existen
barreras que limiten su acción salvadora. Para agradarle, lo que cuenta es «el
temor de Dios y la práctica de la justicia». El Señor, porque está lleno del
Espíritu Santo, obra maravillas, y la más grande maravilla es que libra a los
hombres de la esclavitud del pecado y de Satanás.
–Hay tres lecturas evangélicas para los
ciclos: A) Mateo 3,13-17; B) Marcos 1,6-11; C) Lucas 3,15-16.21-22. Las tres
nos hablan del Bautismo del Señor. San Agustín ha comentado muchas veces esta
hermosa escena evangélica:
«La criatura bautiza al Creador, la lámpara
al Sol, y no por eso se enorgulleció quien bautizaba, sino que se sometió al
que iba a ser bautizado. A Cristo que se le acercaba, le dijo: “Soy yo quien
debo ser bautizado por ti”. ¡Gran confesión! ¡Segura profesión de la lámpara al
amparo de la humildad! Si ella se hubiese engrandecido ante el Sol, rápidamente
se hubiera apagado por el viento de la soberbia.
«Esto es lo que el Señor previó y nos
enseñó con su bautismo. Él, tan grande quiso ser bautizado por uno tan pequeño.
Para decirlo en breves palabras: el Salvador fue bautizado por el necesitado de
salvación. En su bautismo Jesús piensa en mí, se acuerda de todos nosotros. Se
entrega a la nobilísima tarea de purificar las almas, se entrega a Sí mismo por
la salvación de todos los hombres» (Sermón 292,4, en la fiesta de San Juan
Bautista, hacia el 405).
Algunas
preguntas para reflexionar:
para ayudarnos en la meditación y en la
oración.
a) En el pasaje que has leído ¿qué efecto
ha producido en ti la “voz de Dios” que ha declarado a Jesús “el Hijo de Dios” ,
el único, el amado?
b) ¿No te maravilla el hecho de que Jesús
desciende a las aguas del Jordán a recibir también Él el bautismo de
penitencia, haciéndose solidario con los pecadores, Él, que no tiene pecado?
c) Jesús no es un pecador, pero no rechaza
solidarizarse con la humanidad pecadora ¿Estás convencido de que la salvación
se empieza con la ley de la solidaridad, y de la misericordia?
d) Tú que has sido bautizado en el nombre
de Cristo, “en Espíritu Santo y fuego”, ¿sabes que eres llamado a experimentar
la solidariedad de Dios con tu historia personal, de modo que ella no sea
solidaria ya con el pecado, que separa y divide, sino con el amor que une?
Gracias, Señor,
por el sacramento del bautismo
que nos hace
hijos tuyos por medio del agua
que riega y
fecunda con tu gracia,
y por el Espíritu
que enriquece con tu vida
hasta hacer que
seas tú quien vive en nosotros
y que tu amor nos
posea para siempre.
Gracias Jesús por
la fe
que nuestros
padres y antepasados nos transmitieron,
que hagamos
crecer en nosotros esa luz de la fe.
Enséñanos a
conservar sin mancha tu misma vida
hasta la vida
eterna.
Queremos, Señor,
llevar con orgullo la dignidad
de ser hijos tuyos,
hijos amados, queremos sentirnos
miembros activos
y corresponsables de tu Iglesia.
Ayúdanos a
activar nuestro bautismo, a tomarlo en serio,
a realizar la
misión que nos has encomendado de servir,
de anunciar y
construir el Reino.
Gracias por
nuestro bautismo y
por el amor que
nos tienes. Amén
fuente año litúrgico patrístico