Los magos nos enseñan que la verdadera fe es entregarse a lo que nos pide Dios.
1. En el medio oriente en tiempos de Cristo había muchos magos estudiosos de diversas materias: medicina, arquitectura, las estrellas. Los magos que visitaron al recién nacido eran, según parece, estudiosos de las estrellas.
La verdadera ciencia siempre lleva a Dios. A través de la contemplación de las maravillas del universo se puede tocar a Dios de alguna manera y fortalecer nuestra fe. Preguntaron a un astronauta ruso si había visto a Dios allá arriba y él respondió que no; hicieron la misma pregunta a un astronauta estadounidense y él también respondió que no, pero que sí lo había sentido; de todos modos, añadió el mismo astronauta, no es necesario subir al espacio para sentir la presencia de Dios, basta salir al jardín y contemplar las flores.
2. Los magos nos dan un ejemplo de lo que es la verdadera fe: es una fe que compromete, que lo pone a uno en marcha, que nos saca de la propia comodidad.
3. Los magos dieron a Jesús lo mejor que tenían: oro, incienso y mirra. Lo importante no es lo que uno da a Dios sino el corazón desprendido y generoso que lo da.
Estos personajes
procedentes de Oriente no son los últimos, sino los primeros de la gran
procesión de aquellos que, a lo largo de todas las épocas de la historia, saben
reconocer el mensaje de la estrella, saben avanzar por los caminos indicados
por la Sagrada Escritura y saben encontrar, así, a Aquel que aparentemente es
débil y frágil, pero que en cambio puede dar la alegría más grande y más
profunda al corazón del hombre.
Los dones que los Magos
ofrecen a Jesús Niño representan nuestra ofrenda dominical. En la Eucaristía
nosotros no ofrecemos más oro, incienso y mirra, sino a Aquel que en los santos
dones está significado, inmolado, y recibido: Jesucristo nuestro Señor. La
celebración eucarística es parte de nuestra respuesta fundamental a la
manifestación de Dios en Cristo, y postula aún, por su propia naturaleza, la
respuesta de toda la vida vivida, nuestras buenas obras, nuestras dificultades...
“También nosotros,
reconociendo en Cristo a nuestro rey y sacerdote muerto por nosotros, lo
honramos como si le hubiéramos ofrecido oro, incienso y mirra; sólo nos falta
dar testimonio de él tomando un camino distinto del que hemos seguido para
venir” (San Agustín, Sermo 202. In Epiphania Domini, 3, 4).
La invitación es a seguir
el sendero de luz que nos guía, y a abrir los ojos para dejarnos sorprender por
la sencillez de un niño; a tener capacidad de asombro para mirar y admirar la
estrella en medio de tanta oscuridad; tener la valentía de dejarnos conducir
por la luz, a pesar de Herodes.
Diocesis de Querétaro